Aumentan las consultas en atención primaria por estrés, ansiedad y depresión y los datos de consumo de ansiolíticos están disparados. Ir al psicólogo está lleno de tabúes, proliferan los pseudo terapeutas que atienden bajo «ciencias» no contrastadas y cada vez se venden más libros de autoayuda.
¿Somos conscientes más que nunca de que hace falta una «mens sana» para tener un «corpore sano»? Hablamos de bienestar y salud mental con Yolanda Pérez, doctora en Psicología y directora del centro de psicología Eclipse Soluciones.
¿Qué le recomendaríais a alguien que atraviese por una fase de malestar consigo mismo y no sepa qué pasos dar?
Efectivamente las cifras se disparan y cada vez hay más gente que consume dichos medicamentos. Y el problema no es sólo ese, sino que hay mucha gente que se automedica y toman medicamentos porque alguien que ya se los está tomando y se los ha recomendado. Por tanto lo primero que recomendaría es que no se automediquen, que vayan a un centro especializado donde les darán medicación si lo precisan. Esto es algo serio como para ir ‘haciendo de médicos sin serlo’.
En los casos de estrés y la ansiedad, para combatirlos es esencial ocupar la mente: “si te ocupas, no te preocupas”. Se recomiendan actividades como hacer ejercicio, caminar, leer un libro, escuchar música o quedar con los amigos. Cuando tenemos estrés y ansiedad los niveles de cortisol, hormona relacionada con el estrés, se disparan. Haciendo ejercicio, por ejemplo, se regula esta hormona y por tanto regular el estado de ánimo.
Con la depresión pasa exactamente lo mismo, solo que las hormonas que aquí interactúan son otras como la dopamina, serotonina, endorfina. Para regularlas, “ocúpate y no preocúpate”. Mantener la mente ocupada y el cuerpo en acción ayuda sin duda a ello.
Muchas veces buscar ayuda psicológica es una buena decisión, ya que en ocasiones lo que suele ocurrir es que no sabemos gestionar nuestra ansiedad o depresión. Los psicólogos te enseñan a ver y enfocar las cosas de otra manera. Esas situaciones o personas que nos entristecen o generan ansiedad no suelen cambian, pero a través de herramientas y pautas psicológicas, se aprende a verlas de otra forma y por tanto el que cambia eres tú, de manera que los niveles de ansiedad/depresión acaban por desaparecer.
¿Creéis que hace falta más prevención en salud mental? ¿Funcionaría para un mejor bienestar?
Desde luego que sí hace falta más prevención. Si aplicamos programas preventivos o damos mayor servicio psicológico preventivo, nos ahorraríamos las consecuencias que tiene el no darlo. Además los tratamientos psicológicos son mucho más complejos y se extienden más en el tiempo que los de prevención, por lo que los costes económicos serían también menores, existiendo ya estudios que confirman esto.
Hay ejemplos muy claros de esto: solo hay que imaginar más prevención en bullying, en centros escolares, cuya reducción y control empieza a ser una necesidad en nuestra sociedad. O la prevención en salud mental para gestionar el estrés, la ansiedad y la depresión, que permitiría disminuir notablemente las bajas laborales. También en los centros escolares, la educación sentimental y sexual de parejas, para evitar la violencia de género. Más prevención contra el abuso sexual, el acoso laboral… podría escribir líneas y líneas sobre temas para prevenir, algo por lo que no se está apostando apenas.
En otras áreas de la salud se ha avanzado mucho en prevención en las últimas décadas, como la revisión anual del ginecólogo que ya hacen gran parte de las mujeres, o la revisión bucal, la revisión de la vista, etc. En la psicología se ha avanzado algo en prevención, pero todavía hay mucho camino por recorrer.
¿Vamos al psicólogo solo cuando ya estamos mal? ¿De qué manera afecta esto a la terapia y al tratamiento?
Desgraciadamente sí. La gente suele venir a consulta en las etapas más avanzadas de sus problemáticas. Lo ideal sería acudir cuando ves venir un problema, por no insistir en la prevención, de la que ya hablamos en la pregunta anterior.
Por mi experiencia, las personas acuden al psicólogo en un altísimo porcentaje sólo cuando tienen un problema. Como en cualquier problema o enfermedad, iniciar el tratamiento en una fase avanzada afecta negativamente a la posibilidad de éxito de la terapia, y como mínimo alarga en el tiempo la misma.
«Las parejas acuden a pareja cuando apenas hay posibilidad de solución»
Como dato a destacar, en la especialidad de terapia de parejas es donde más se agudiza todo esto. Las parejas acuden ya cuando apenas hay posibilidad de solución, cuando ya ‘están quemados’ buscando una salvación o ayuda externa milagrosa que, obviamente no existe.
¿Somos conscientes de la repercusión de nuestra salud emocional en el resto de factores de nuestra vida?
Me he dado cuenta a lo largo de estos años como psicóloga que las personas se dan cuenta de que algo no funciona bien en sus vidas. Muchas veces no saben explicarlo con palabras técnicas pero sí notan que algo está ocurriendo en su mente y cuerpo.
Lo que ocurre es que muchas veces no saben reaccionar ante ello, no hay equilibrio entre lo que piensan, sienten y hacen, y al no estar estos tres elementos en sintonía por eso están mal.
Sin embargo sí que son conscientes de que tienen pensamientos y emociones negativos, y que han dejado de hacer cosas en su día a día. Cosas que antes realizaban y que han dejado de hacer por cómo se sienten. Han perdido todas sus ilusiones, motivaciones y no saben cómo recuperarlas. Es por ello por lo que acuden al psicólogo, para que les ayudemos a tomar las riendas de su vida y recuperar el rumbo de la misma.
También se observa cómo cada vez parece que gestionamos peor las dificultades de la vida: rupturas, separaciones, duelo, miedos, toma de decisiones, inseguridades,… ¿es cosa de los tiempos que corren o cada vez necesitamos más ayuda para tomar decisiones y aprender a sentirnos bien con nosotros mismos?
Vivimos en un mundo en el que el aquí y ahora están muy presentes. Es el mundo de la inmediatez. Antes para comunicarte con un amigo que vivía lejos, al cual no podías llamar ni por teléfono porque ni tenías móvil y si había teléfono fijo el coste de la llamada era importante, tenías que plantearte de qué manera conseguir aquello que tanto ansiabas. Te pasabas el día dedicándole mucho esfuerzo para conseguir eso que querías.
Tenías por ejemplo la opción de mandarle una carta por correo postal y ello conllevaba ir a la tienda a comprar un sobre y una postal bonita, tenías que decidir qué postal querías. Después tenías que escribir y no equivocarte porque si no tenías que volver a la tienda a comprar otra. Escribías la carta e ibas a comprar un sello, después buscabas el momento para ver dónde había un buzón de correos y mandarla. Y por supuesto debías esperar unos días hasta que le llegara a él (sin saber si le había llegado la carta o se había perdido por el camino), y finalmente esperar su respuesta, que suponía repetir el proceso pero en sentido inverso.
La paciencia, la toma de decisiones estaban presentes. Hoy si quieres mandar una carta, sólo con abrir el móvil, hacerte una foto y mandarlo, tu amigo ya lo tiene en el mismo instante. Esto es un ejemplo entre muchos, de cómo los cambios sociales, tecnológicos, educacionales, culturales, han ido cambiando nuestra manera de socializar e interactuar con los demás, algo que es un factor clave en el bienestar emocional.
Volviendo al ejemplo de la carta, ésta potenciaba cualidades como la paciencia, la toma de decisiones y la resolución de los problemas. Hoy casi no da tiempo a nada de eso, por la velocidad a la que ocurre todo. Lo que avanzamos por un lado, lo retrocedemos por otro, ni mejor ni peor, simplemente distinto, la sociedad y las relaciones sociales evolucionan.
El mundo además, cada vez es más social y está más comunicado. Gracias a las nuevas tecnologías y a las comunicaciones, cada vez el círculo de conocidos y de personas con las que nos relacionamos es mayor. Además las profesiones y puestos de trabajo también requieren cada vez mayor comunicación y trabajo en equipo, por no hablar de la presión.
Sin embargo, el sistema educativo no se adapta a la velocidad que lo hace la sociedad, y nos enseñan matemáticas, los mapas, las oraciones, la historia, etc. pero nadie nos enseña cosas como inteligencia emocional, gestionar las relaciones o el control del estrés.
Ahí radica la verdadera razón por la que no sabemos cómo gestionar los problemas. Nadie nos enseña. De nada sirve saber resolver ecuaciones si no sabemos resolver la ecuación de nuestras vidas.
¿Sigue existiendo el mismo «miedo» o pudor para acudir al psicólogo o con los años ha variado la percepción que el paciente tiene de la profesión?
Sigue existiendo ese problema, sí. Ir al psicólogo no es algo de lo que uno se tenga que avergonzar pero las personas siguen teniendo falsas creencias sobre ir al psicólogo como que ‘yo no estoy loco’, cosa que además dista mucho de la realidad. Y también el miedo a sentirse rechazado por la gente, por el “qué dirán”.
No hay que tener miedo de decir que vas a un psicólogo, todos pasamos por momentos en nuestra vida con tristeza, ansiedad o incluso fobias, por tanto no somos tan diferentes unos de otros y todos tenemos problemas, más o menos graves pero los tenemos. A veces de espalda, a veces de muelas y a veces sobre cómo gestionar nuestras emociones.
«Las personas siguen teniendo falsas creencias sobre ir al psicólogo»
Ir a un psicólogo, más que una señal de ser débil o estar loco, es una señal de ser responsable de nuestras emociones y de querer solventarlas.
Es cierto que con el paso de los años, especialmente en las grandes ciudades, se va poco a poco normalizando la visita al psicólogo, pero aún queda mucho por hacer para eliminar todos los prejuicios que todavía existen.
¿Qué le recomendarías a un paciente que quiere mejorar algún aspecto de su vida y cómo le puede ayudar un psicólogo?
Para poder recomendar primero hay que evaluar. Para que se entienda. Yo en consulta siempre explico que igual que un médico antes de quitarte el dolor debe averiguar dónde te duele y después darte la pastilla, un psicólogo hace exactamente lo mismo.
Aunque tú estás deseoso cuando vas al médico de que te ‘dé algo’ para aliviar el dolor, sabes que primero debe hacerte una radiografía y después darte el mejor medicamento para aliviarte el dolor, aunque tengas que esperar un poco. Por tanto en Psicología analizamos mediante pruebas, cuestionarios, preguntas, cómo se encuentra tu vida en tus distintas facetas: amor, salud, trabajo, ocio, amigos, entorno, familia, etc.
Cuando ya sabemos qué está ocurriendo entonces damos pautas, herramientas, soluciones para hacer frente a esa situación. Aquí es donde empieza el tratamiento, un camino que recorremos junto al paciente, en el que resulta muy gratificante cómo él mismo va notando su propia evolución y mejoría.
Por tanto a cualquier persona que necesite ayuda, que la pida. Los amigos son amigos y los psicólogos no hacen el papel de amigo. Los psicólogos somos profesionales especializados en la gestión de problemas y emociones, que evaluamos, diagnosticamos y tratamos los problemas de la mente, el comportamiento y las relaciones, al igual que hacen un médico con las dolencias físicas.
¿Quieres contactar con Yolanda? Déjale tu consulta.