¿Qué es el síndrome de Peter Pan? 5 claves para entenderlo

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El cuento de Peter Pan narra la historia de un joven que vivía en el país de Nunca Jamás, donde todos eran niños y la felicidad flotaba en el ambiente. Aunque lo contado ahí es fantasía pura y dura, hay personas que, como el protagonista de la historia, no quieren crecer. En psicología este fenómeno se denomina síndrome de Peter Pan.

¿Qué es el síndrome de Peter Pan?

Este síndrome describe a las personas que presentan una enorme inmadurez emocional durante la vida adulta. Se produce un desajuste entre el desarrollo cronológico (infancia, adolescencia, adultez y vejez) y el crecimiento emocional, en donde existe un estancamiento en la etapa infantil o juvenil del individuo que sufre el síndrome.

Este síndrome fue descubierto por el psicólogo norteamericano, el doctor Dan Kiley, en los inicios de la década de los 80. Descubrió que muchos de sus pacientes se negaban a asumir los diferentes retos y obstáculos que suponían la vida adulta.

El psicólogo califica este síndrome como como el conjunto de características que sufre una persona que no sabe o no quiere aceptar las obligaciones propias de la edad adulta, no pudiendo desarrollar los roles de adulto, padre o pareja que se esperan según su ciclo vital o desarrollo personal.

Perfil y características de las personas con síndrome de Peter Pan

Las personas que sufren el síndrome suelen ser hombres en torno a los 30 o 40 años.

La incapacidad de asumir responsabilidades emocionales lastra las relaciones sociales, lo que hace aumentar un sentimiento de soledad y vacío. Para apaciguar esta sensación, puede crear una dependencia emocional con alguien que le guíe en su camino.

Dan Kiley también reconoció en sus pacientes ciertos rasgos narcisistas, manipuladores, cautivadores y arrogantes, que lo que en realidad disfrazan un miedo al fracaso personal, una baja autoestima y un estado de inseguridad permanente. Esta serie de rasgos se unen a las características más comunes que suelen presentar:

  • Un niño con cuerpo de adulto: a pesar de que el físico externo pueda confundirte, no te equivoques. Esa persona actuará y pensará como si tuviera 10 o 15 años.
  • Necesitan apoyo emocional en su día a día: esta clase de gente necesitará un guía emocional que le aconseje y le sirva de ejemplo para poder dirigir su vida. Le tomará como ejemplo de lo que tiene que hacer. Sin embargo, si sus advertencias tienen resultados catastróficos, es a la persona a la que echará la culpa.
  • Miedo al compromiso: no quieren asumir ningún tipo de acuerdo que implique responsabilidades.
  • Insatisfacción con sus logros: este rechazo al compromiso enlaza con la incapacidad de sentir alegría por aquello que consigues. Si descartas afrontar determinados desafíos, no sentirás el nivel de satisfacción propio de superar esas metas.
  • Dificultades para empatizar: mientras las personas de su entorno progresan, forman su familia, adquieren responsabilidades, el paciente se queda estático. Por eso puede caer en la costumbre de criticar a estas personas, debido a que no entiende que evolucionen y cambien su mentalidad.
  • Egolatría desmedida: todo tiene que girar alrededor de él, todo el mundo tienen que comportarse como él desea y merece la atención de todo el mundo.
  • Comportamiento impulsivo: la razón queda relegada a un segundo plano y, como niño que entra a una tienda de gominolas, toman decisiones a base de impulsos emocionales.

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¿Qué causas provocan este comportamiento?

La causa principal está en la infancia.

Si la persona ha vivido una infancia extremadamente feliz, sin preocupación de ningún tipo y en el que sus padres eran totalmente permisivos, el paciente idealiza esa fase y desearía vivir en ella para siempre.

Por el contrario, si la persona ha tenido que asumir responsabilidades desde muy joven (como ponerse a trabajar desde una edad temprana), exigencia paternal en todo momento y situación y una falta de afecto, la persona quiere recuperar ese tiempo perdido.

¿Qué consecuencias conlleva?

Lo primero que debemos de entender es que la etapa adulta no tiene por qué ser un tiempo negativo en el que la gente no aprovecha ni un solo instante de descanso y relax.

Durante la etapa adulta, si se gestiona bien, puede haber un buen equilibrio entre las responsabilidades propias de la edad y los placeres.

Las personas que sufren el síndrome de Peter Pan ven la edad adulta como la fase en la que pueden hacer lo que les dé realmente la gana, sin tener ninguna restricción ni explicación. Este tipo de comportamiento lleva una serie de consecuencias:

  • Elevados niveles de ansiedad y tristeza: Niveles que se ven aumentadas dado el sentimiento de soledad que provoca el hecho de no poder empatizar y asumir el cuidado de tus relaciones sociales. Estos dos ingredientes pueden llevar a una depresión de la que es complicado remontar.
  • Insatisfacción con su vida: Si no asumes retos o responsabilidades no tienes retos o metas en la vida, por lo que sus niveles de autoestima son bajos.

¿Qué hacer ante esta situación?

La solución está en la prevención desde pequeños, etapa en la que se suele progresar diferentes traumas y la personalidad de cada individuo. Los niños deben ser educados desde el amor, con unas pautas de educación rígidas y adecuadas para su edad.

Para la gente que se haya sentido identificado con los perfiles y características que hemos descrito hay una serie instrucciones que puedes seguir para tomar perspectiva y darte cuenta de en qué estado te encuentras:

  1. ¿Qué temes de la vida adulta? Cuál es ese temor que te impide asumir tus responsabilidades.
  2. Toma consciencia de los deberes, ya sean en el trabajo, con tu pareja o amigos, que te tocan según el modo de tu vida adulta. Comportarse según la situación y el contexto es un síntoma de madurez.
  3. Fomenta una visión realista de tu vida. Para un momento y piensa cómo está actuando antes las diversas situaciones que tienes en tu mundo.
  4. Asume la responsabilidad de tus actos. Acata las críticas o castigos que puedan acarrear las diferentes acciones.
  5. Proponte retos. De los fallos se aprende y se adquiere resiliencia, que es la fortaleza ante la adversidad. Además de proponértelos, debes ejecutarlos en el plazo que hayas determinado. Prohibida la procrastinación.
  6. Sé activo. Toma decisiones, permítete fallos y cambia de opinión, si te parece. El mantenerse estático en una postura, por puro orgullo, suele ser propio de los niños de guardería.
  7. Refuérzate con cada éxito y sé permisivo con cada fallo. Acepta tus momentos tristes y adquiere el máximo aprendizaje para solucionar situaciones en el futuro.
  8. Quiérete y cuídate. Valorarte y ser consciente de todo lo que has superado, aumenta tu autoestima y confianza de cara al futuro.
  9. Apóyate en tu entorno más cercano pero crees dependencia. Ser capaz de contar tus problemas y pedir consejos es vital para cualquiera. Pero no crees una dependencia, en la que la otra persona se siente responsable de ti. Ya tienes un padre y madre, y ya han cumplido con su responsabilidad contigo.

Si sientes que no deseas asumir responsabilidades encomendadas y procrastinas en todo momento, quizás sea el momento de ponerle remedio a esta situación.

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Imagen de Iván Herrero
Sobre Iván Herrero Iván Herrero es graduado en periodismo por la Universidad de Valladolid. Escribir, contar y vivir son los tres verbos que más podrían definirle. Cree que la salud mental tiene que ser un tema presente en la sociedad, tras años siendo un asunto tabú, y la sociedad estigmatizaba a quien lo expresa abiertamente.

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