Hemos dedicado muchas publicaciones a intentar exponer cuáles son aquellas patologías que afectan a nuestros mayores pero, ¿qué hay de la persona que se dedica a cuidarlos?, ¿cuáles son las implicaciones que suponen ser la persona cuidadora?
A lo largo de nuestra vida pasamos por múltiples etapas: en algunas de ellas somos cuidados y, en otras, nos toca ser cuidadores. En este caso no hablamos (sólo) del rol de padres y madres que debemos ejercer cuando tenemos hijos, más bien nos referimos a esos casos en los que debemos cuidar de una persona dependiente, ya sea una persona mayor que no puede valerse por sí misma, algún familiar con discapacidad o de alguna persona con una enfermedad incapacitante para la vida diaria.
Ni que decir tiene que muchas de estas personas sufrirán unas consecuencias psicológicas concretas relacionadas de algún modo con su patología, pero también como persona cuidadora podemos vernos afectados por el Síndrome del cuidador. Este ocurre cuando nuestro día a día está centrado de tal forma en la persona dependiente, que nos acabamos descuidando a nosotros mismos. Un descuido que, en su mayoría, ocurre entre las mujeres (porque son ellas en un alto porcentaje las que asumen este rol de cuidadora) y que en muchas ocasiones les lleva incluso a dejar de lado su vida laboral para pasar a ser cuidadora las 24 horas del día.
A este trabajo además, pueden sumarse otros quehaceres diarios que en suma harán que se produzca una sobrecarga física y emocional que, de no ser tratadas, pueden traer graves consecuencias. Esta situación mantenida de estrés, saturación, ansiedad, cansancio,… puede provocarnos sentimientos de culpabilidad, aislamiento de aquellas personas con las que compartíamos buenos momentos, sentimientos de rechazo hacia la persona dependiente, rabia, problemas psicosomáticos, agresividad, etc. Es decir, nos sume en una vorágine de malestar psicológico y cansancio físico que, en algunas ocasiones, puede llevarnos a límites peligrosos.
Por eso es importante que como persona cuidadora también nos tomemos el tiempo de cuidar de nosotros mismos, puesto que al estar bien física y psicológicamente nos será más fácil desempeñar nuestras funciones. Pero, ¿cómo lo hacemos?, ¿cómo podemos evitar en la medida de lo posible estos sentimientos y emociones?
Pautas para cuidar de ti mientras cuidas de otros
- Lo primero de todo: descansa. No somos máquinas perfectas incansables y programadas para rendir indefinidamente. Nuestro cuerpo y nuestra mente necesitan descansar y no por esto somos mejores o peores personas.
- Saca tiempo para ti. Esto dicho así parece fácil, pero la realidad sabemos que es otra. Si hay algo de lo que carecemos en estas situaciones es de tiempo, pero debemos aprender a delegar responsabilidades en otras personas y pedir ayuda cuando lo necesitemos.
- Permítete sentirte mal. Los casos de dependencia son difíciles y es absolutamente normal vivir momentos de tristeza o desesperación. Por eso date la libertad de expresar cómo te sientes con tus personas más allegadas y, sobre todo, no te sientas mal por ser una persona normal que ante situaciones complicadas tiene dificultades.
- No te olvides de tu salud. Cualquier molestia física y/o psicológica debe ser atendida. No te dejes para después e intentar ponerle solución a aquellos que te hace sentir mal.
El apoyo psicológico puede ser una ayuda importante en estas situaciones, así que si crees que tú o alguien cercano a ti está pasando por un episodio como los que hemos descrito, no dudes en contactar con Siquia y estaremos preparados para ayudarte, tanto con terapia presencial como a través de terapia online.