La dificultad para expresar cómo nos sentimos, la vivencia de una respuesta afectiva incongruente a nuestra situación o una falta de compresión de las señales no verbales de las personas de nuestro entorno son sólo algunos de los aspectos que explicarían lo que hace unos años conocíamos como el Síndrome de Briquet…
Hoy en día, tal y como recogen los manuales de clasificación, el Síndrome de Briquet es denominado como «Trastorno de síntomas somáticos». Este diagnóstico es asignado a aquellos pacientes que, a pesar de no tener ninguna enfermedad o dolencia médica identificable, expresan una queja continua de dolor y malestar físicos, que no son más que las manifestaciones de conflictos psicológicos que no se han podido solucionar.
No se trata de síntomas simulados ni inducidos para llamar la atención o cubrir cualquier otro interés. Son dolores y malestares reales que el paciente padece bajo alguna circunstancia que, a nivel psicológico, produce este desequilibrio. Además del dolor como síntoma más frecuente, pueden presentarse problemas gastrointestinales (normalmente vómitos o diarrea); síntomas sexuales, como la falta de interés o la disfunción eréctil; dificultades respiratorias (respiración entrecortada) y fenómenos pseudoneurológicos como la amnesia o la dificultad para tragar.
Diagnóstico del Síndrome de Briquet
El diagnóstico de Trastorno de síntomas somáticos puede realizarse a cualquier edad, si bien es cierto que algunos manuales establecen que han de presentarse síntomas antes los 30 años como criterio necesario para el mismo. Un ejemplo de somatización podríamos encontrarlo desde el dolor de tripa y vómito del niño que no quiere ir al colegio, hasta el adulto que siente un marcado dolor localizado cuando se aproxima la fecha de fin de plazo de algún trámite importante. Su correcto diagnóstico es bastante complicado y se han de descartar muchas patologías, tanto físicas como psicológicas, para llegar a él.
Tratamiento: buscando la solución con el psicólogo
Para un tratamiento efectivo es fundamental, en primer lugar, entender el sufrimiento del paciente. Hay que permitir el rol de enfermo y poner nombre (si lo tiene) a los síntomas que manifiesta: colon irritable, fibromialgia, … Posteriormente se trabaja en la redefinición del problema y en cómo éste está vinculado a algún conflicto psicológico sin resolver. Una vez el paciente ha internalizado el diagnóstico psicológico se procede a la búsqueda de soluciones que, a niveles generales, se llevará a cabo mediante:
- Técnicas de relajación
- Resolución de problemas
- Tratamiento de la ansiedad
En caso de que fuera necesario, podría ser útil e interesante incluir a familiares cercanos que se impliquen en la recuperación y conozcan su posible papel en la misma.
Sobre la autora de este artículo:
Silvia Muñoz Morales es psicóloga y Máster en Psicología General Sanitaria. Nº colegiada O – 02997. Formación en Primeros Auxilios Psicológicos, Procesos Cognitivos Básicos, Estimulación Cognitiva, Motivación en la Empresa, Selección de Personal, Apoyo Psicológico en Situaciones de Crisis y Manejo no farmacológico de Trastornos Conductuales en personas con Alzheimer. Experiencia en el Tratamiento de Adicciones, Trastornos adaptativos ansioso-depresivos, menores con dificultad de aprendizaje y Evaluación Neuropsicológica.