La práctica del Mindfulness no es algo que nos hayamos inventado recientemente, de hecho, en las filosofías orientales hace siglos que vienen promoviendo esta manera de entender el mundo y la vida: una manera de focalizarnos en los pequeños detalles con consciencia plena.
En qué consiste el Mindfulness
Pues precisamente en eso, en el arte de la «atención plena». Parece sencillo, pero no lo es tanto. Como animales de costumbres que somos casi todo lo que hacemos a lo largo del día lo hacemos con el «piloto automático» puesto, sin darnos cuenta siquiera de que lo estamos haciendo: ¿a quién no le ha pasado incluso conduciendo? De repente te das cuenta de que has llegado a tu destino y no sabes ni en qué semáforos has parado.
La «atención plena» nos invita a parar. A centrarnos, a focalizarnos en lo que hacemos en el momento presente de una forma consciente. Es decir, es un estilo de vida relajado, que a la cultura occidental suele parecerle lento y pesado, por contraste, ya que consiste en hacer cada cosa por separado, centrándose en las sensaciones y en cómo el cerebro las percibe.
Así dicho puede parecer muy complicado de llevar a cabo, pero no lo es tanto. Lo importante es empezar a practicarlo en áreas pequeñas de tu vida e ir, poco a poco, extendiendo el arte de la «atención plena» a la mayoría de los ámbitos de tu vida. Las personas que lo practican a conciencia aseguran que la experiencia vital se torna mucho más gratificante. Vale la pena probarlo, ¿no?
El arte del comer
Piensa en cómo sueles comer. Probablemente no tardes más de 10 o 15 minutos en hacer una comida de primero, segundo y postre. Seguramente lo haces delante de la tele o del ordenador, sin fijarte prácticamente en lo que estás llevándote a la boca.
Vamos a empezar por cambiar eso. Parece difícil pero no lo es, sólo tienes que estar convencido de querer hacerlo:
- Apaga la tele o el ordenador.
- Siéntate en un lugar cómodo, destinado a comer. Evita comer en el sofá o en tu silla de trabajo.
- Prepara la mesa completa, que no tengas que levantarte a media comida a buscar algo que se te olvidó.
- Sírvete una ración adecuada, intenta que sea lo más bonita posible, recuerda que esto es prácticamente un viaje sensorial, y debemos estimular todos los sentidos.
- Estimula tu olfato. Huele lo que hay en el plato antes de llevártelo a la boca. Concéntrate en los aromas y, si no has cocinado tú, intenta identificar todos los ingredientes sólo con el olor.
- Haz de tu primer bocado una cata. Llévate a la boca una porción pequeña de comida. Antes de masticarla déjala sobre la lengua unos segundos y siente cada una de las sensaciones que te transmite: textura, temperatura, olor, sabor inicial…
- Mastica lentamente, intentando saborear cada bocado y descubriendo cómo cambian los sabores y las texturas a medida que vas triturando más la comida. Intenta, de nuevo, identificar todos los ingredientes.
- En cada bocado que te lleves a la boca concéntrate en las sensaciones, esto es comer de forma consciente.
- Cuando hayas acabado de comer no te levantes enseguida de la mesa. Cierra los ojos y haz un par de respiraciones profundas concentrándote en las últimas sensaciones que te ha dejado la comida.
Quizás estás pensando que esto no lo puedes hacer todos los días. Es posible que tengas un tiempo muy corto para comer o cenar. Intenta hacerlo cuando tengas el tiempo necesario, no importa si lo haces solo dos días a la semana, lo importante es que descubras el placer de centrarte solo en la comida. Cuando lo hayas descubierto, poco a poco querrás ir incorporándolo más a tu día a día.
Que la ducha sea más placentera
Uno de los momentos más íntimos y placenteros que solemos tener con nosotros mismos diariamente es el momento de la ducha. Ese momento en el que estás solo contigo mismo, con tus pensamientos y sintiendo el calor relajante del agua cayendo sobre tu cabeza.
¿Lo disfrutas? Seguro que sí, pero puedes disfrutarlo más todavía y convertirlo en tu pequeño momento de escapada física y mental diario.
- Escoge un momento para ducharte en el que no tengas que ir corriendo. Levántate 5 minutos antes de la cama si te duchas por la mañana, vale la pena.
- Si te apetece, haz que la luz sea un poco más tenue de lo habitual en el baño.
- Consigue una temperatura agradable, que no haga mucho calor ni mucho frío en el baño.
- Desnúdate poco a poco, delante del espejo y ves admirando (sin criticar) todo tu cuerpo, fijándote bien en todo lo bonito que tiene. Fíjate en el cambio de sensaciones de estar vestido a estar desnudo.
- Ajusta la temperatura del agua hasta que te sea agradable.
- Si tienes la opción, ten las manos libres durante la ducha.
- Haz que el chorro de agua caiga sobre tu cabeza durante unos segundos, nota las sensaciones del agua cayendo por tu cuerpo.
- Estimula tu olfato: huele primero el producto que vas a aplicarte, descubre, como con la comida, los diferentes aromas de los que se compone.
- Acaricia tu cuerpo poco a poco. Haz que tu cerebro perciba las sensaciones de tus manos sobre cada parte de tu cuerpo. Cierra los ojos y disfruta del contacto con tu piel.
- Cuando hayas acabado de enjabonarte y enjuagarte, quédate unos segundos más bajo el chorro de agua.
- Sécate a conciencia: siente la textura de la toalla sobre tu cuerpo.
- Aplícate crema hidratante lentamente: como antes, disfruta de las sensaciones olfativas y táctiles de la crema sobre tu cuerpo.
- Vístete lentamente: siente cómo cada pieza de ropa se va ajustando a tu cuerpo.
- Antes de salir del cuarto de baño, cierra los ojos y haz dos respiraciones profundas. Quédate con esa sensación de relax y conciencia.
Como antes, es posible que te veas incapaz de hacer esto cada día. Intenta hacerlo, por lo menos, un par de veces a la semana. Las sensaciones son tan positivas que, de verdad, no te importará dedicarle más tiempo a esta actividad que normalmente haces sin pensar.
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Eva González nos explicó cómo se podía aplicar el Mindfulness a la terapia psicológica en este artículo.
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Quisiera saber cual es el Libro de Mindfulness del que habláis y donde puedo comprarlo.Gracias
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