Equivocarse es una opción, la duda es si permitimos que equivocarse sea tan lícito como acertar.
Muchos padres se preguntarán por qué los hijos mienten, por qué incluso se mantienen firmes ante una decisión que les ha demostrado ya de sobra que no era la correcta y no cambian de rumbo. Pues posiblemente por no admitir que se equivocaron, que tomaron esa decisión y no fue la mejor elección, y porque en lugar de asumir la responsabilidad de ello y poder cambiar simplemente, deben aceptar la culpa y eso es muy desagradable.
Así que prefieren mantener el error, hasta que con suerte cambie la percepción del entorno y dejen de verlo como culpable para empezar a considerarlo victima, y entonces sí, porque ese rol es legítimo y no hay ningún inconveniente en cambiar cuando eres víctima de las circunstancias, no responsable.
Quizá deberíamos reflexionar sobre por qué en la sociedad encontramos tantas actitudes victimistas. Algo está muy mal cuando las personas esperan a dar lástima antes de cambiar de rumbo porque solo así logran apoyo y se libran de ser juzgados.
El mundo sería mejor y más ágil si equivocarse fuese una opción tan legitima cómo hacerlo bien, pero desde niños nos incitan a ser perfectos, a hacerlo bien constantemente, como si hacerlo mal no fuese aceptable.
Nos corrigen los deberes para no llevarlos nunca mal, nos dicen «ya te lo dije» confirmándole a la autoestima de los niños en muchas ocasiones que hacer lo que quieres y equivocarte implica que eres «tonto», así que matamos la iniciativa, la creatividad,…
Preferimos hacer lo que nos dicen o lo que hace cualquier otro para no «meter la pata» o, en caso de hacerlo, que sea responsabilidad o culpa de cualquiera que no sea yo. Solo queremos admitir como nuestro lo que triunfa, lo que se alaba, porque eso sí es legítimo y de eso sí podemos estar orgullosos. Mientras nos quedamos en el letargo de la mediocridad que nos da cometer solo errores que serán «bien vistos».
Tenemos una sociedad centrada en echar balones fueras cuando no se logra el objetivo esperado, ¿qué responsabilidad tenemos todos? Siento decir que mucha. Si realmente queremos una sociedad que evolucione, tenemos que legitimar el error, incluso alabarlo. Porque tiene más mérito atreverte crear una nueva alternativa que repetir patrones ya establecidos o marcados por otros.
El resultado no es lo importante, no deberíamos valorarlo tanto. Al final solo es el último paso de un proceso del que sí somos responsables directos, así que más allá de lo que se logre, lo que se hace antes y diferente, es lo meritorio.
Gracias a grandes errores hemos llegado lejos. Si quien investiga no compartiese sus errores puede que muchos los repitiesen, así que cada forma diferente de hacer las cosas supone avanzar. Y de errores admitidos está el éxito lleno.