Supongo que, a estas alturas, todos estamos enterados de la famosa presunta carta-bomba enviada a una Ministra durante la campaña electoral de Madrid. Y supongo que, a estas alturas, casi todos deberíamos tener bastante claro cómo se crea un estigma en salud mental.
Enfermedad mental, violencia y medios de comunicación: un cóctel peligroso

Y, ¿ qué relación tiene lo uno con lo otro? Fácil, la inmensa mayoría –salvo honrosas excepciones– de medios de comunicación se lanzaron a “desenmascarar” al “esquizofrénico” –para qué le íbamos a llamar persona que sufre esquizofrenia–. Así que el estigma esta servido: enfermo mental = violencia, salvo por un detalle: no existe relación alguna entre ambos conceptos, más bien al contrario.
Sólo una reflexión antes de entrar a profundizar: si el presunto autor de los hechos hubiera sido diabético o cardiópata –para qué le vamos a llamar persona con diabetes o con cardiopatía-, ¿también habría aparecido en todos los titulares de casi todos los medios de comunicación? Pues nada, reflexionemos que a veces parece que, como sociedad, no hemos aprendido tanto como decimos.
¿Qué factores aumentan la posibilidad de tener una conducta violenta?
Empecemos viendo la definición que hace la OMS de la violencia como “el uso deliberado de la fuerza física o del poder, de forma efectiva o como amenaza, contra uno mismo, otra persona, un grupo o una comunidad, que tiene muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”.
Sin embargo, según la OMS, hay cuatro niveles de factores que aumentan la posibilidad de tener un comportamiento violento y estos son:
- Factores individuales como las características personales (edad, sexo) sociodemográficas (nivel educativo alcanzado, status socioeconómico), variables de personalidad, antecedentes personales o familiares de conductas agresivas, consumo de sustancias de abuso…
- Factores relacionales como las relaciones con la familia, pareja, amigos, compañeros… en que se haya observado conductas violentas.
- Factores sociales: es decir, el papel que juegan la escuela, el instituto, el lugar de trabajo o incluso el barrio en que se vive en el aumento o disminución del riesgo de que la persona adopte actitudes violentas.
- Factores generales referentes al “supra ente” que es la Sociedad, a sus normas sociales y culturales y a los factores estructurales de la misma que facilitan o disminuyen este riesgo del que hablamos.

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Pedir cita¿Existe relación entre conducta violenta y enfermedad mental?
Los enfermos mentales son igual o menos violentos que la población general, aunque es difícil de estudiar porque hay que poner en relación variables de cada una de las enfermedades con los cuatro niveles de violencia. Dicho de otra manera, entre una persona con trastorno mental y no consumidora de sustancias y una persona sin trastorno mental y no consumidora de sustancias, la probabilidad de cometer un acto violento es la misma.
Lo que sí cambia es la actitud de la sociedad hacia los enfermos mentales cuando públicamente se relacionan ambos conceptos, tal y como se ha demostrado. Incluso, si falsamente supusiéramos que los enfermos mentales son violentos, estaríamos estigmatizando a las personas con enfermedad mental, lo cual no haría más que promover la invisibilización de un colectivo que, muchas veces, ya vive oculto.
Esto no haría más que acrecentar la posibilidad de que muchas de las personas que están en sus casas leyendo este post y que creen padecer un trastorno mental, no acudan a nosotros, los profesionales, por el propio miedo al estigma tras el diagnóstico, así como por el miedo a tenerlo que explicar a su familia o en su trabajo. Por otro lado, puede provocar que muchos otros que sí acuden al psicólogo oculten a su entorno su trastorno por miedo a la estigmatización… y ahí es donde surge la invisibilidad.

¿Tenemos un problema como sociedad respecto a las personas con enfermedad mental?
¡Claramente! Pero no se les puede atribuir a las personas con enfermedades mentales sino a la incapacidad de la sociedad para mejorar el Sistema de Salud y dar mayor importancia a los Servicios de Salud Mental, optimizando sus recursos, generando más plazas para profesionales que puedan atender de forma universal y gratuita a todos los pacientes que pronto se encontrarán, además, con la cuarta ola del Coronavirus.
Debemos ser conscientes de que vivimos en una sociedad violenta donde anualmente un millón y medio de personas, en todo el mundo, pierde la vida por actos violentos realizados por otros o por ellos mismos. Y sí, hablo en parte del suicidio, esa cuestión de la que nadie habla públicamente para no producir un efecto contagio que no se producirá. Y esta violencia, presente en casi todos los ámbitos, se debe a múltiples causas.
Pero esta misma sociedad condena a los enfermos mentales y los llama locos, aunque yo llevo más de 13 años de profesión y aún no he visto ninguno, ¿será porque la locura no existe? Es cierto que existen personas enfermas –por innumerables motivos– que, en un momento dado, sucumben en medio de un trastorno psicológico, pero, detrás de cada uno, hay personas: el paciente con esquizofrenia, y no el esquizofrénico, la paciente con depresión, que no la depresiva, y así, hasta el infinito.
Cuidado, porque no es ninguna banalidad: el lenguaje crea realidades, ¿cuál queremos crear? Hay que pensarlo bien antes porque, cualquier día, tú mismo que ahora te crees tan invulnerable podrías tener un trastorno mental.
Y mientras, ¿cómo tratan los medios de comunicación a las personas con enfermedad mental?
Los medios de comunicación son la fuente principal de información acerca de salud mental para el 90% de la población. Sin embargo, a menudo, como parte de la sociedad que son, perpetúan las falsas creencias y los estereotipos acerca de la misma. Además, tienen una doble función como fuente de estigma: directa sobre las personas con enfermedad mental y sus familiares e indirecta al reforzar las ideas negativas que tenemos sobre los mismos como sociedad.
Las representaciones que se hacen de las personas con una enfermedad mental tienden a ser negativas, como trastornados que son temidos, rechazados, causantes de vergüenza y castigados. Suelen aparecer en la sección de sucesos, estableciendo una relación de unos hechos –la mayor parte de las veces no probados- con la patología mental, que se destaca en los titulares, de forma alarmista y sensacionalista. Por el contrario, las informaciones positivas siguen un modelo paternalista, que destaca la minusvalía y las carencias.

En concreto, los medios de comunicación perpetúan el estigma de esta manera:
- Identificando la persona con su enfermedad mental: “el esquizofrénico”, “la maníaco-depresiva”.
- Generando confusión al explicar las enfermedades mentales y mezclando información de salud mental con otros tipos de enfermedades.
- Usando imágenes donde las personas con enfermedades mentales suelen ser presentadas en actitudes pasivas, sin interacción social, transmitiendo sensación de lástima, soledad, aislamiento…
- Mediante una casi nula presencia de información directa de personas con enfermedad mental que, solo ocasionalmente, procede de asociaciones de familiares o de psiquiatras y psicólogos. Por norma general, en las informaciones son sustituidos por personajes sin ningún tipo de formación.
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