Sílvia Catalán - ¿De dónde vienen los niños?, pequeña guía de educación sexual y emocionalDesde hace muchos años, padres y madres han temido enormemente la llegada de ese «fatídico día». Ese día en que, de repente, el pequeño de la casa se planta delante nuestro y con toda su calma, naturalidad e inocencia, hace LA pregunta: «¿De dónde vienen los niños?» o «¿Cómo se hacen los niños?» o «¿Cómo entran los niños en la barriga?».

Estas preguntas, y todas sus variantes, suelen dejar a los padres en jaque mate durante unos instantes hasta que son capaces de contestar. De repente, los padres, se dan cuenta de que su pequeño ya no es tan pequeño, de que su bebé ha crecido y la dura etapa de la educación sexual ha llegado.

Pero, ¿es realmente necesario esperar a que los niños pregunten para empezar a trabajar la educación sexual?

Educación sexual: desde el nacimiento

La educación sexual no sólo comporta el conocimiento del acto sexual, de sus placeres y de sus riesgos. La educación sexual debería incluir la educación en la aceptación y el conocimiento del propio cuerpo, para empezar.

Así, cuando el bebé nace, es importante que tratemos su cuerpo como un todo. Un bebé no tiene una sexualidad desarrollada como la entendemos los adultos, ni mucho menos, pero sí tiene un cuerpo que necesitará explorar y conocer para empezar a construirse como individuo.

De esta manera, es importante que hablemos de su cuerpo sin menospreciar o ridiculizar ninguna de sus partes: a los genitales, deberíamos llamarles por su nombre, preferiblemente: la vulva o el pene, en función del género del bebé. Ponerle nombres ridículos (como «la patatona», «la cosita» o «la pichurrilla», por poner solo algunos ejemplos) sólo va a contribuir a que el niño o la niña desarrollen una interacción ridícula con sus genitales.

No se trata, por supuesto, de estar contínuamente hablando de ellos sin que venga a cuento, se trata, más bien, de que, por ejemplo, cuando estemos cambiándole el pañal, le expliquemos qué es lo que hacemos. Algo tan sencillo como «vamos a limpiar el culete y la vulva para que estés bien limpita», ya le está dando a la niña una información preciosa: «tengo culete y tengo una vulva, y hay que limpiarlos y cuidarlos». No es necesario ir más allá.

Podría parecer que no tiene mucha importancia ponerles diminutivos graciosos, ya que en definitiva el niño o la niña son tan pequeños que no se enteran de lo que estamos diciendo. Pero sí entienden la comunicación no verbal. Y si nos sentimos cohibidos o violentos a la hora de hablar sobre sus genitales, ellos lo notan. Aprenden rápidamente que eso que tienen entre las piernas es algo que provoca incomodidad y que, por lo tanto, debe ser algo si no malo, poco bueno.

Entender y aplicar esto no siempre es fácil, muy a menudo los padres y madres no hemos tenido este tipo de educación y, por lo tanto, nuestra forma de interactuar con nuestros propios genitales es fruto de una falta de educación sexual en este sentido. Pero nunca es tarde para intentar trabajar para que nuestros hijos accedan a una educación sexual que a nosotros no nos dieron, sólo hace falta ponerle voluntad, informarse bien y, si es necesario, acudir a un profesional de la sexología para que nos ayude a educar a nuestros hijos en este sentido.

«Papá pone una semillita en mamá»

Ante la pregunta «¿de dónde vienen los niños?», como decíamos antes, es fácil quedarse bloqueado. Lo más probable es que no hayamos hablado con nuestros hijos de sus órganos sexuales, o lo hayamos hecho de manera muy superficial, y empezar a introducirlos ahora que ya tiene 6 o 7 años nos parece muy complicado.

Bien, nunca es tarde. Mejor hacerlo cuando tiene 6 o 7 años y para él o ella los padres todavía son la mayor enciclopedia del saber, que esperar a que tenga 15 años y tenerle que hablar directamente de métodos anticonceptivos y de enfermedades de transmisión sexual.

Sílvia Catalán - ¿De dónde vienen los niños?, pequeña guía de educación sexual y emocional
Ilustraciones como esta pueden hacernos más fácil la conversación con los niños.

Muchos padres y madres recurren al «mira, hijo, papá pone una semillita en mamá y esa semilla va creciendo en la barriga de mamá hasta que se hace un bebé».

A mi, en concreto, no me parece una mala explicación, de hecho se ajusta bastante a la verdad que pueden entender los niños de 6 o 7 años. Pero sí me falta algo.

En esta explicación, ¿dónde queda el componente emocional? Es decir, si le decimos sólo esto al niño, estamos desvinculando el hecho de quedar embarazada al hecho del amor, de las emociones, no estamos incluyendo la formación emocional necesaria, en un momento en el que es ideal para que adquiera esta información.

De manera que, yo reformularía la respuesta de la siguiente manera:

«Mira, cariño. Papá y mamá se quieren mucho. Y como nos queremos tanto y estamos muy a gusto el uno con el otro, decidimos tener un bebé. Entonces, papá puso una semilla en mamá y esa semilla fue creciendo y creciendo en la barriga de mamá hasta que se hizo tan grande que se convirtió en el bebé».

¿Qué información implícita le estamos dando con esta respuesta?

  1. Que papá y mamá se quieren
  2. Que la decisión de tener un bebé fue por parte de los dos y motivada por el amor
  3. Que se puede decidir tener un bebé. Implícitamente, le estamos diciendo, también, que se puede decidir no tenerlo.

Es posible que el niño o niña se quede contento con esta respuesta. Pero también es posible que al cabo del rato o de los días, nos sorprenda con una segunda pregunta relacionada.

«¿Y cómo sale el bebé de la barriga?»

Es en este momento en el que agradeceremos haber hablado ya de los genitales con nuestros hijos. Por que la respuesta se podría resumir en: «pues verás, cariño, cuando el bebé se ha hecho ya grande en la barriga de mamá, empieza a empujar para poder salir. Y la única salida que hay desde el sitio donde está, es la vulva. La vulva tiene un agujerito que se llama vagina, que es por donde sale el bebé. Ese es el momento del nacimiento.».

Si el niño o la niña han recibido la información anteriormente de que existe una vulva y de que no es nada de lo que avergonzarse, esta respuesta les dejará muy satisfechos. Si debemos esperar a este momento para explicarle que hay una vulva o que «el niño sale por debajo», sólo estaremos creando más dudas y le será mucho más difícil asimilar la información.

Educar en la sexualidad no es fácil

Es cierto, no es una tarea sencilla. Por lo que decíamos anteriormente, los padres y madres es muy probable que no hayamos sido educados en la sexualidad y, por lo tanto, desconozcamos cómo debemos hacerlo.

Pero es necesario que le demos importancia a la educación sexual y afectiva, debemos aprender a no esconder nuestras emociones, nuestros sentimientos y, sobretodo, a no menospreciar ninguna parte de nuestro cuerpo.

Y todo eso empieza por practicar un ejercicio de autoconciencia y autoconocimiento: «¿me siento libre de expresar mis emociones y sentimientos?», «¿interactúo de forma libre con mi vagina o con mi pene?».

Como sexóloga, me gustaría recomendar a padres y madres que se plantearan su propia sexualidad, su propia relación con su sexo y con el de su pareja. Muy a menudo estamos muy limitados por los tabúes sociales, culturales y religiosos que nos rodean, pero podemos sobreponernos a ellos y podemos hacer que nuestros hijos crezcan amando todas las partes de su cuerpo por igual.

Sólo así ayudaremos a construir una sociedad más libre, más concienciada y menos rígida. Y, sobretodo, ayudaremos a nuestros hijos a crecer sanos física y mentalmente, y con una autoestima fuerte.

Si crees que puedes necesitar indicaciones concretas para educar en la sexualidad o en la afectividad a tus hijos, siempre puedes contactar con un profesional de la sexología. Estaremos encantados de ayudarte.

*Por motivos «prácticos» este artículo está orientado a parejas heterosexuales. Por supuesto, en el caso de parejas homosexuales femeninas o mujeres solteras que se sometan a procesos de fertilización, el discurso en cuanto a la concepción deberá ajustarse, pero la idea es en base la misma. Lo mismo pasa con las adopciones, aunque el hijo no sea biológico, en algún momento tendrá esta duda y habrá que respondérsela de una manera que incluya el proceso de adopción. Ambas cosas darían para un par de artículos más.