Estamos llenos de defectos pero si los asumimos conseguiremos convertirlos en una fuerza positiva y enriquecedora que reconquiste la personalidad. El psicólogo y escritor Francisco Gavilán lo asegura: “nadie es perfecto” y todo, hasta los defectos tiene, como mínimo, dos perspectivas. “La realidad es una torre con muchas ventanas y, en función de la ventana por la que mires, verás las cosas de una manera o de otra”, afirma el escritor y psicólogo Francisco Gavilán. En su último libro “Nadie es Perfecto” (Planeta) ha rescatado un proverbio que se trajo de Uruguay: “una cosa siempre son dos cosas”. Y es el punto de partida de este estudio sobre la parte positiva de los defectos.
A menudo, el ser humano alaba la sinceridad en las personas pero las verdades no siempre gustan. ¿Y si la hipocresía fuera tan necesaria como lo es la sinceridad? Quizás lo que el ser humano debe alabar es el equilibrio entre sinceridad e hipocresía, “la forma cívica de tratar a los demás” y la “forma correcta de decir las cosas”. Se puede decir la verdad pero hay que saber cómo decirla y si la otra persona quiere escucharla y va a saber aceptarla bien.
¿Puede ayudar un psicólogo a sentirnos mejor?
Hay que distinguir, por supuesto, entre la hipocresía y la hipocresía social. No es que sea bueno ocultar la verdad en beneficio propio, lo bueno es saber cuándo es necesario ser hipócrita con otra persona para no hacerle daño y cómo decir las cosas y suavizar o maquillar la verdad. Algunas personas no están conformes ni con la verdad ni con la mentira, por eso, con la hipocresía social lo que se busca es un equilibrio.
Ser hipócrita social “se asocia a una buena salud mental, provoca una emoción positiva, aporta paz y se refuerza nuestro sistema inmunológico”, dice el experto. La importancia de cómo decir las cosas también la encontramos cuando analizamos la parte positiva del cotilleo. Concebido como algo negativo, curiosear y chismorrear sobre la vida de los demás “también es saludable, terapéutico, satisface necesidades ocultas y cumple funciones sociales”.
Francisco Gavilán considera que el chismorreo “descarga la tensión emocional, compensa frustraciones y proporciona una salida verbal a determinados conflictos”. Saber decir las cosas es fundamental para mantener nuestras relaciones sociales. Ocultar o airear la verdad sobre alguien está justificado cuando no se hace con maldad ni en beneficio propio.
Otro defecto muy común es la envidia. Ese sentimiento de dolor o de desdicha que acecha, de vez en cuando, al no poseer algo que otro posee y que deseamos. Al igual que con el cotilleo y con la hipocresía, habría diferentes tipos de envidia, pero esta no deja de ser un defecto que “sólo sirve para malgastar el tiempo y concomerse las entrañas”.+
Por otra parte, el egoísmo ha sido considerado siempre uno de los mayores defectos morales. Defender los propios intereses y el bienestar sin pensar en los demás, prestando un exceso de atención al yo, no está bien visto y es una conducta que causa muchos conflictos, pero, por desgracia, es algo innato.
A pesar de que las personas tienden a ocultar este defecto, el egoísmo está siempre presente. La cuestión es saber dominarlo y no dejar que te domine, para lo que hay que crear un egoísmo positivo “potenciando la virtud de ser flexible y comprensivo”, atendiendo así tanto a las necesidades propias como a las de los demás.
La infidelidad bien entendida
Y qué decir de la infidelidad, esa “traición que impacta emocionalmente a quien la sufre y que es muy difícil de digerir, al menos en los primeros momentos”, dice Gavilán, pues desencadena rabia, dolor, frustración, dudas, y, a menudo, es la causa de la destrucción de una pareja.
Negar los defectos es inútil, así como intentar eliminarlos de nuestra conducta. Algunos están ligados al carácter y el este “está casi inscrito en el ADN”, pero se puede cambiar la actitud que uno tiene ante distintas cosas de la vida. Por tanto, es bueno asumir la imperfección, pues “creerse perfecto, superior, o mejor que la media, no es una buena actitud para progresar como ser humano”.
No estoy demasiado de acuerdo con la palabra ‘hipocresía’. Me pregunto yo al respecto si es que ‘tacto’ es algo en desuso o se ha convertido en un tabú. No hay necesidad alguna de decir, ‘en un alarde de sinceridad’, como lo denominan muchos todo lo que se nos pasa por la mente sobre la otra persona. De hecho, esa impaciencia absoluta por ‘escupir’ los pensamientos más corrosivos es una actitud bastante infantil e inmadura.