La muerte de un ser querido es una de las situaciones más dolorosas que se pueden experimentar. El duelo por esta pérdida implica un proceso arduo de adaptación gradual en el que se busca un equilibrio entre la tristeza por la muerte de nuestro ser querido y la necesaria continuidad de la vida cotidiana. ¿Cómo afecta esta situación a los niños? ¿Qué puedo hacer para ayudarle a afrontar el duelo cuando se trata de una pérdida por cáncer?
Cómo ayudar a un niño a afrontar el duelo por la muerte de un ser querido por cáncer

¿Cómo viven los niños la pérdida de un ser querido?
Al igual que los adultos, los niños también sienten la pérdida del ser querido y experimentan su propio duelo, en ocasiones diferente al que vivimos los adultos. Sentimientos de rabia, confusión, miedo o actitudes enfocadas a llamar la atención suelen ser algunos de los comportamientos más frecuentes en esta situación.
La edad del niño, su madurez, el vínculo con la persona fallecida y la actitud de los adultos de su alrededor, son algunas variables que influyen en el proceso de duelo del niño.
La experiencia de la muerte y el duelo en los niños
El duelo de los niños es distinto al de los adultos. No suelen expresar el dolor, la pena y la tristeza de manera clara, sino que lo hacen a través de cambios en el carácter, disminución del rendimiento escolar, irritabilidad, sobre todo los niños más pequeños.
Como explica la propia Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) en su informe, «la edad y el desarrollo cognitivo y emocional de cada niño desempeñan un papel fundamental en la interpretación y comprensión de la muerte«.
Los niños de hasta tres o cuatro años no llegan a comprender el significado de la muerte, no obstante, cuando se da esta situación el niño sí siente tristeza y miedo. Sienten que ha sido una separación muy dolorosa. Descubren forzosamente que la pérdida de un ser querido es real, cercana y que les ocurre a todas las personas.
El duelo según la edad
Menores de 4 años
Los niños con cuatro o menos años consideran la muerte similar al sueño. Cuando fallece un ser querido tienen dificultades para hacerse a la idea de que ha muerto, por lo que consideran que está dormido y despertará antes o después.
Los niños pequeños son muy dependientes, por ello, sienten la necesidad de llenar este vacío. Con la pérdida de una persona cercana e importante pierden la seguridad que les brindaba y buscan un sustituto (el padre superviviente, otro familiar, un vecino, amigo de la familia, etc.) que les ofrezca esta protección.
El hecho de no entiendan la muerte como un hecho definitivo, los niños pequeños tienen la esperanza de que la persona fallecida vuelva. AECC afirma que «es frecuente que el niño exprese que habla con él, fantasee que está con él por las noches, que juegan juntos, que lo abraza, incluso puede manifestar que lo ve«.
Estos comportamientos y reacciones son habituales y necesarios en el proceso de duelo para que el niño se distancie de la persona fallecida. Para asimilar esta realidad se apoya en otra persona de su entorno.
A partir de los 7 u 8 años
El proceso de duelo de los niños es distinto al de los adultos. El paso del tiempo lo perciben de forma diferente, por lo que las etapas se corren más rápido.

A partir de los 7 u 8 años los niños, además de sentimientos de soledad, miedo al abandono, vulnerabilidad, culpabilidad, ira, tristeza, experimentan otro tipo de comportamientos que muestran su sufrimiento. Los problemas escolares -bajo rendimiento, falta de concentración, indisciplina-, el insomnio, la pérdida de apetito, una actitud más infantil o pesadillas son algunos ejemplos.
Los adolescentes
Los adolescentes sí comprenden e interpretan el significado de la muerte como los adultos. En estas edades la pérdida de un ser querido supone una experiencia dolorosa y difícil de superar, sobre todo, si se trata de uno de los padres. En general, la adolescencia es un periodo complejo, por lo que resulta aún más complicado entender sus reacciones ante la muerte de un ser querido.
Sus comportamientos son imprevisibles y variable según el adolescente. Si ha fallecido uno de los padres pueden mostrarse preocupados por la actitud del progenitor viudo, sintiendo una gran responsabilidad familiar.
No obstante, otras reacciones pueden ser:
- Escuchar música a todo volumen.
- Estar todo el día fuera de casa con los amigos
- No querer salir.
- Sentirse diferente
- Estar de mal humor.
- Sentir impotencia, soledad y abandono.
Todo ello puede provocar una disminución de su concentración y de su rendimiento escolar. En estos casos no se puede reprochar ni recriminar su comportamiento o forma de expresar las emociones, aunque resulten actitudes más difíciles para asimilar y superar el duelo.
Los adolescentes en duelo necesitan comprensión, apoyo y cercanía a la vez que hacerles partícipes de la vida familiar. Evita dejarles en un segundo plano. Necesitan que estemos cerca y disponibles para cuando ellos quieran hablar o expresar de una forma directa sus emociones y sentimientos de dolor ante la pérdida.
A pesar de que a veces aparentan indiferencia, normalmente experimentan una gran tristeza y tienen dificultades para expresarla. Esta situación puede ser más delicada incluso si ha habido conflictos con la persona fallecida. Esto suele provocar sentimientos de culpa y reproches, a la vez que tristeza por no haberle trasmitido todo lo que le quería y respetaba.

Prueba una sesión gratis
Afronta el duelo con la ayuda profesional de un psicólogo y recupera el control de tus emociones.
https://siquia.com/terapia/psicologo-online/¿Cómo explicárselo a los niños?
Cuando un niño pierde a un ser querido necesita más que nunca proximidad, ternura y cariño por parte del resto de su familia. Es muy importante tratar que el niño se sienta como uno más entre todos los que comparten el dolor ante la muerte de esa persona tan importante para él. Igual que el adulto el niño también siente pena, soledad, incomprensión y miedo.
Es fundamental estar con él, dejarle hablar y permitirle participar en los funerales y conmemoraciones. De esta forma, le trasmitimos seguridad y confianza, a la vez que se siente parte importante de la familia.
Habla con él lo antes posible después del fallecimiento
Lo más adecuado es hablar con el niño lo más pronto posible. No es conveniente que esperes días o semanas, pues la falta de información puede provocar que desarrolle su imaginación y fantasía y sienta miedos y culpa que son complicados eliminar después. Hay que buscar el momento y lugar adecuado que favorezca una conversación activa sin interrupciones. El niño debe sentirse cómodo para preguntar y expresar todo lo que necesita compartir.
Igualmente, también es importante no forzarle a que hable en ese momento porque quizá no pueda reaccionar tan rápido a la situación. Hazle saber que estarás ahí cuando él esté listo y quiera seguir hablando.
Háblale con cariño y de una forma cercana
Las reacciones de los niños son muy distintas, mientras unos se vuelven más dependientes, otros se alejan y se aíslan. Ambos comportamientos son normales, y en cualquier caso el niño necesita seguridad. Es importante hacerle saber que no está solo. Comunícale que, aunque esté triste por lo sucedido, vas a seguir a su lado, cuidándole de la mejor manera posible. Cuando la persona fallecida es uno de los padres es más importante aún transmitirle protección y seguridad.

Háblale con claridad y con un lenguaje sencillo
Evitar la situación y la comunicación es un error. Fingir que no ha pasado nada, que no ocurrió la muerte o que la vida no va a cambiar no ayuda a elaborar el duelo. Hay que explicarle cómo fue y tratar de responder a sus preguntas.
No maquilles la situación ni le mientas con expresiones suavizadas. El niño debe saber que el ser querido no volverá. No hay por qué evitar el uso de las palabras “muerte” o “morir”. Sí puedes utilizar palabras y frases adecuadas a su edad y a su capacidad de comprensión.
Anímale a expresar lo que siente y comparte con él el dolor por la pérdida
Deja que se exprese y reaccione a su manera. No le digas frases como “no llores”, “no estés triste”, “no te preocupes, todo pasará”. El niño debe expresar su dolor, pues le ayudará a sentirse comprendido y a entender que es normal lo que le pasa.
En algunas ocasiones resulta necesario explicarle que lo sucedido no ha sido por su culpa, que él no es responsable de la enfermedad ni de la muerte de su ser querido. A veces los niños consideran la muerte como un castigo por un mal pensamiento o acción que han hecho.
Deja que el niño participe, si quiere, en los funerales o actos simbólicos
Hacer partícipe al niño en este tipo de actos es importante porque le hace parte de un dolor generalizado de otras personas en las que puede encontrar refugio. Acudir al entierro, poner una flor o un dibujo en un lugar especial, encender una vela son algunos de los actos simbólicos en los que puede colaborar. Si quiere ir, explícale en qué consiste el acto, qué pasará, los motivos del mismo, etc. Participar en estos actos puede ayudar al niño a comprender qué es la muerte y a despedirse de la persona querida. Pero si no quiere participar, no le obligues.
Háblale de la persona fallecida con naturalidad
No es recomendable que elimines de su vida todo indicio de la existencia de la persona fallecida. Lo más adecuado es que hables de ello con naturalidad. Puedes designar un lugar para los objetivos y recuerdos de esa persona que para el niño tienen un significado especial. En ocasiones quizá necesite recurrir a ellos para sentirse mejor. Por ello, no tires fotos, objetos personales, recuerdos, etc.
Consejos prácticos para ayudar al niño de AECC
Descanso y cuidados
En la medida de lo posible, intenta mantener unos horarios de sueño y alimentación estables. De la misma manera, el niño necesita que se conserven las costumbres y normas establecidas hasta ese momento. Todo ello ayudará al niño a mantener la estabilidad ante la confusión que supone la muerte de un ser querido.
Juego
La necesaria continuidad de su vida, que hemos mencionado antes, incluye jugar. La mezcla entre la realidad y la fantasía que tienen los juegos ayudan a manejar su dolor. Es importante prestar atención a sus juegos y tratar de participar en ellos. A veces, los comentarios que hacen mientras juegan son un buen punto de partida para poder hablar de las vivencias y emociones ante el duelo.
Dedícale tiempo
Si puedes, pasa tiempo con el niño, planifica actividades que le hagan sentir más seguro y tranquilo. Según la relación con la persona fallecida, puede ser complicado, pero si es posible evita dejarle mucho tiempo en casa de familiares o amigos, y trata de darle todo el afecto que necesite en estos difíciles momentos. Sin embargo, si tú estás muy afectado, busca apoyo en personas de tu confianza que puedan ayudarte.
Háblale con naturalidad y recordando buenos momentos
Los buenos recuerdos contribuyen a suavizar el dolor por la pérdida de un ser querido. Si ha dejado una carta escrita al niño, un cuento, un regalo personal, unas fotos, etc. serán de gran ayuda y apoyo más adelante. También puedes hacer una caja con las cosas que el niño considere importantes (fotos, regalos…) y revisar los recuerdos cuando él lo desee.
Ayúdale a que recupere su vida cotidiana
Lo que más ayuda al niño es recuperar el ritmo de vida habitual: el colegio, los amigos, los juegos, etc. El niño debe mantener tan pronto como sea posible su vida cotidiana y volver al colegio. Puedes hablar con el profesor y solicitar su apoyo, especialmente si el niño lo pide o disminuye su concentración o rendimiento.

Permanece atento
Si notas que el niño presenta alguno o varios de los síntomas siguientes durante un tiempo prolongado, solicita ayuda a un profesional especializado para que valore la situación, ayude al niño a afrontar la pérdida del ser querido y asesore en el proceso de duelo:
- Llanto frecuente y continuo.
- Rabietas y pataletas frecuentes y prolongadas.
- Comportamiento más infantil del habitual (hacerse pis por la noche, pedir ayuda para comer, vestirse, lenguaje de bebé…).
- Apatía y desgana.
- Pérdida de interés por las actividades habituales.
- Irritabilidad constante.
- Alteraciones del sueño (insomnio, pesadillas, terrores nocturnos…).
- Miedo a quedarse solo.
- Problemas escolares: peor rendimiento escolar, falta de asistencia a la escuela, incapacidad para concentrarse y prestar atención en clase, etc.
Son problemas habituales que en ocasiones requieren ayuda externa. Si así es el caso, puedes solicitar una cita gratuita en Siquia, donde se guiará el duelo del niño.
Pedir una cita
